GAFAS DE CERCA: EL DIA DEL PATRÓN

Sunday, January 21, 2007

EL DIA DEL PATRÓN

La niña se despertaba con el sonido de los cohetes y se iba flechada a despertar a su padre. Se metía en la cama acurrucadita a su lado, y no tenía que decirle nada, papá ya sabía a lo que venía. Como todos los años, el día de San Sebastián, él le contaba el cuento que había inventado para ella. Ella se quedaba embobada oyéndolo, ya sabía el principio y el final, pero su padre cada año decía palabras diferentes, cambiaba algunas cositas, no era como los cuentos leídos, que siempre eran exactamente iguales una vez y otra. Este cuento era un cuento vivo. Los niños del cuento de San Sebastián crecían cada año al igual que lo hacía ella. Y cada año empujaban el carrusel de las fiestas del barrio alto para ganar un dinerillo con el que sacar a su perro de la perrera municipal. Y al final siempre lo sacaban, y el perrillo se ponía loco de conteto, y cuando pasaba el santo los niños veían la procesión con el perro, y compraban palmitos....
Al llegar al final del cuento, mamá los llamaba para desayunar y vestirse, había que ir a ver la procesión. Y la niña se agarraba a su padre, calentita, bajo la manta, y le pedía que otra vez le contara el cuento, no quería salir de la guarida donde tan bien se encontraba...
Pero había que levantarse, y salir, y ya en la calle el frío de enero le enfriaba la nariz, y veían al santo, y papá le contaba ahora otra historia, la de verdad de San Sebastián bendito, triste pero suavizada historia, de flechas que le traspasaban el pecho a un santo que no parecía sufrir mucho, porque iba muy arropado por la gente de Huelva que le vitoreaban y aclamaban.
Y luego, buscar en los palmitos las famosas "abuelas". A la niña nunca le entusiasmó su sabor, pero le encantaba encontrarlas, era tan trabajoso llegar hasta ellas, quitando capa tras capa de palmito, todos juntos alrededor de la mesa de camilla de la abuela Luz, con el brasero de cisco y el olor a romero quemado...
Pasaron los años y los años, y los años, y otro viente de Enero en la misma, aunque cambiada ciudad, la niña que ya no era una niña, escuchaba los cohetes desde su ventana y recordaba a su padre que ya no estaba, y su voz cálida y sabia en la mañanas de Enero...
Y supo, que por mucho tiempo que pasara, nunca olvidaría esos días de su infancia , porque se habían grabado en su corazón con la mayor fuerza que existe, mayor que la fuerza del hierro candente, mayor que la fuerza que imprime el mar en las rocas: la fuerza del amor, del cariño, de la ternura...

4 Comments:

  • No tener recuerdos es morir. Tener recuerdos tan hermosos es vivir y haber saboreado la vida. Gracias por compartirlos.

    By Anonymous Anonymous, at 3:37 AM  

  • ¡Qué recuerdos, Dolo! Dan ganas de haber oído el cuento de boca de tu padre. ¿Qué tal estás? Espero verte pronto por el instituto.

    By Anonymous Anonymous, at 9:08 AM  

  • Balanceo. No sabe uno, o más bien no sabe evitar, proyectarse adelante y atrás, atrás y adelante. Muy bonito, muy tierno, Dolo.
    Un beso

    By Anonymous Anonymous, at 12:29 PM  

  • No puedo evitar que me dé cierta envidia lo que cuentas. Porque yo no viví esa infancia onubense y ahora esta ciudad no me evoca recuerdos apenas. Mis recuerdos de la infancia suceden tan lejos...
    Un beso, Dolo.

    By Anonymous Anonymous, at 11:02 AM  

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