La casa de mi tia Julita se está cayendo a pedazos. Pronto la van a derrumbar. Ella murió hace más de un año. Sus cosas están esparcidas por la casa, las hemos ido sacando entre unos y otros de cajones, armarios....
Esta mañana hemos ido, para coger algunos recuerdos, y hacerle fotos antes de que la excavadora la derribe del todo. Anduvimos entre papeles,antiguas fotografías, libros, ropa, figuritas y recuerdos, miles de partituras de piano (mi tia era pianista), medicamentos, manteles....montones y montones de cosas exparcidas, sin sentido ya. Son los restos del naufragio, los restos materiales que deja una vida, en este caso longeva, murió con más de noventa años.
Pensaba yo en esas cosas... Mientras valoraba si una lámpara era bonita para llevárnosla,pensaba en el tiempo, la vida y la muerte, el fino hilo que nos separa de todo cuánto ahora nos es tan conocido, lo inútil de los objetos cuando ya nos vamos, hasta de los más significativos...
Y, mientras pensaba todo esto, buscaba con la mirada mi libro de piano. Era un libro de tapas verde ocuro, con el que mi tía, con santa paciencia de tía, me enseñó a tocar lo poquito que hoy sé. Y lo sé, desde luego, gracias a su paciencia, que no a mi interés, porque para mí entonces, era una tortura aprender piano, y una mala suerte haber nacido sobrina de pianista. Hoy me gustaría saber más (tenías razón, tita, sí me he arrepentido).
Ya casi nos íbamos, y el libro no estaba. Encontraba villancicos, música para misas, conciertos, pero mi libro...
Decidí dejarme llevar....deambular sin sentido, sin ejercer presión, para que mi tía, o su energía, o mi propio instinto, o el cosmo, me llevaran hasta él. No tuve que vagar más de dos o tres minutos, y ya lo vi. En el suelo, rebujado con otros papeles, lleno de polvo y olvido. Lo cogí, lo ojeé, y sí, reconocía las partituras, era él.
Volví a casa. Toqueteé en el piano. Mi hijo aplaudió que por fin tocara algo distinto a lo que siempre toco, aunque fuera esa musiquilla repetitiva propia de aprendices.
Mi libro está conmigo. Lo he salvado de la nada. Ya no se le caerá la casa encima. Y pienso, qué pocos objetos son importantes, de los que nos acompañan en la vida. Tenemos , a lo largo de la vida, cientos de objetos, qué digo cientos, miles, miles de objetos, que llegan y pasan . Y los olvidamos. Los que un día fueron importantes, al poco tiempo dejan de serlo, pierden sentido, son como el tiempo, llegan y se van, como nuestra vida.
Sin embargo hay algunos, que sí importan, porque son parte de nosotros, porque nos rozaron, de una u otra manera, el alma.
El tiempo, sólo el tiempo, se encarga de poner a esos objetos en su lugar, en un lugar privilegiado. Son supervivientes del olvido.
Como mi libro.