Tuesday, July 29, 2008
Saturday, July 26, 2008
VIVO EN UN LIBRO
Thursday, July 17, 2008
EL NOVIO
Cuando llegaba la canoa de las siete, la niña corría a recibirlo llena de ilusión, como si fuera su novio. En realidad no lo era, ella tenía unos ocho años y él cincuenta largos, y era el novio de su tía, un novio como de mentirijillas, como de jugar a los novios, porque su tía era soltera, soltera de verdad, de una soltería innata y que la definía, y sería soltera siempre. A la niña le gustaba que su tía soltera tuviera novio, un novio artista, que le hacía a ella y a sus primas figuritas de papel y les traía de Huelva chucherías todas las tardes, y les hablaba y les hacía reir. Era por eso que ella corría cuando lo veía venir desde el muelle -más que cuando llega tu padre, le reprendía Ramona- , mientras su tía no se movía de la butaca, impasible, sin sobresalto ni ilusión aparente. El novio de su tía Tichu era regordete, calvo, bueno, cariñoso y muy peculiar en sus gustos y en su forma de ser. La tía soltera era la mejor tía que un niño pudiera desear: tranquila, paciente, serena, buena jugadora de parchís, de la oca y de los nombres, y de todo lo que sus sobrinos quisieran. Era, una niña grande. Por eso, a ella y a sus primas les encantaba salir con ellos a excursiones un poco extravagantes, a los pinares, a la playa del Calé -que entonces estaba muy lejos-, de las cuales volvían divertidas y contentas, con el sol pegado en las mejillas, contando anécdotas, muertas de risa. Felices. Una tarde, acabando el verano, ya entrado Septiembre, cuando Punta se quedaba vacía y anochecía temprano, y había que sacar las rebecas, y la ría se tornaba de ese color y esa luz tenue del otoño, la tía soltera volvió del paseo más temprano de lo habitual, y un poco seria. La abuela, que siempre se mecía en la butaca blanca de la marquesina como si el tiempo no existiese, preguntó a su hija qué le pasaba. La tía soltera contestó dos palabras. Dos palabras extrañas, dos palabras rotundasque en los oídos de la niña sonaron como un cerrojo, como una tachaura, como el final inesperado de una película, y , sin comprender qué significaba una de las palabras , comprendió irremediablemnte lo que querían decir. No congeniamos. Y, desde ese día , el novio de la tía soltera ya no volvió más, y no hubo más chucherías, ni más excursiones, ni más figuritas de papel; ni la canoa de las siete volvió a tener sentido. Y la tía soltera siguió soltera, porque era su estigma, su destino, su propia condición. Había sido un juego, un novio de mentirijillas.... Pero sin embargo, la niña intuyó que la tía soltera se lo había creído de verdad, porque esa noche, mientras la tía rezaba el rosario en latín con la abuela, mecedora va y viene, mientras ahuyentaban la nube de mosquitos que les rodeaba, la niña vio caer una lágrima por su mejilla izquierda, una sola lágrima, que nadie más vio, y que nunca más volvió a salir, pero que hizo pensar a la niña que tal vez su tía no se había dado cuenta de que era un juego y lo había confundido con la realidad, tocándole de algún modo el corazón, el enorme y tranquilo corazón de su adorada tía.