GAFAS DE CERCA: September 2008

GAFAS DE CERCA

Saturday, September 27, 2008

FORMA DE NIÑO

Aún no sé si existirás un día, y menos aún , cuando te veré; pero si existes, si vienes... yo te querré. Aún no sé si te daremos vida, como el agua se la da a la flor, como Gepeto se la dió a Pinocho, como al mundo Dios. Aún no sé si vendrás con nosotros a hacernos reir y llorar, pero si vienes, sábelo: él también te querrá. Aún, qué se yo si mi cuerpo podrá albergar tu carne y tus sentidos, tu pequeña parcela de Universo, el sabor del destino. Aún, qué sé yo si su cuerpo, me regalará un día tu existencia, para hacer de ese día, la mayor de todas las fiestas. Aún, qué sé yo si te tendremos, si será esta tu casa, nosotros tus amigos, mis días tus días , su vida tu vida, pero si es así, serás bienvenido. Tal vez, si vinieras, no sé de dónde, viajando desde los confines del infinito, desde la raya del tiempo, desde el mar del limbo, tal vez entonces, te daremos cobijo. Y forma de niño. Escribí este poema el día 3 de Diciembre de 1989. Era domingo. Juanmi aún dormía. Sin saber por qué me senté a escribir y salió este poema "premonitorio". Y digo premonitorio porque yo ya estaba embarazada, pero todavía no lo sabía, no lo supe hasta el día 26 de ese mes. Mi cuerpo, o mi alma, sí lo sabían ya, aunque llevaría embarazada días. El tiempo pasa excesivamente rápido, y hoy Miguel no tiene ya "forma de niño", sino más bien de hombre, aunque para mí es y será siempre mi niño. Te quiero, Miguel. Mucho, mucho, infinito. Tú lo sabes.

Sunday, September 21, 2008

TERCERA PERSONA DEL PLURAL

Ellos me salvan del abismo de no saber quien soy ni donde estoy, del vacío de ser un átomo en el mundo, de la vaga sensación de no saber a dónde voy.
Ellos me salvan del hastío, de la rutina, de la melancolía, y me dan ganas de vivir, y me devuelven la alegría.
Ellos son espejos, cómplices, luz,
calidez, claridad, vida, plenitud... Cuando ellos se van me quedo sola, con mi desamparo y mi credo;
pero sé que volverán y que los tengo, pero sé que volverán.Y los espero...

Sunday, September 14, 2008

LA CASA DEL TERROR

La casa era grande, y como del siglo pasado, con un patio triste y melancólico, y unos sillones pesados e incómodos.Todo lo que allí había a la niña le parecía lúgubre, desde los cuadros de antepasados, hasta la fuente con su triste chorrito, y cómo no, los otros pacientes de la sala de espera que contaban anécdotas a cual más desagradables, de dolores, sacaduras, hemorragias, que no animaban precisamente a la niña en esos desafortunados momentos que le tocaba vivir.En el centro del patio había una estatua que le miraba sarcásticamente, como alegrándose de verla de nuevo allí, dispuesta, o más bien obligada por su madre, a subir al patíbulo de la planta de arriba , a través de unas escaleras de caracol, por las que subía como si fuera Jesús camino del Calvario con la cruz a cuesta.
El patíbulo era, como no, el sillón del dentista, con esos instrumentos aterradores alrededor, en el cual se sentaba con el corazón latiendo a cien y la respiración cortada, sin aliento, a esperar la sentencia, que algunas veces era más benigna (un empastito de nada y listo ) pero otras era especialmente dura: extracción, no hay otro remedio.... Hacía tres días que le dolía una muela. Cuando comenzó el dolor ella ya sabía lo que le esperaba: de nuevo la tortura de ir al dentista, y la angustia previa, de los días y noches anteriores hasta que llegara el momento. Al principio, su madre no le dió importancia ("enjuágate con este elixir, y ya verás como se te pasa el dolor"), pero ella ya sabía que aquello formaba parte del ritual, que el elixir no servía para nada, y que su madre la acabaría llevando al dentista, cuando pasados un par de días se diera cuenta de que le seguía doliendo. A los dos días, su madre, efectivamente anunció: -Cuando salgas del colegio, a las cinco, te recogeré e iremos al dentista. Las dos horas de colegio fueron angustiosas. Para colmo tocaba hacer "labores del hogar", y la niña , que nunca fue hábil con las manos, tenía encimas temblores (de miedo, claro), y no atinaba con la aguja y los pespuntes dichosos. Mientras cosía, o malcosía, pensaba la niña en otras tardes, en que no tenía dolor de muela, es decir, en las tardes normales, y no le parecía lógico que pudiera preocuparse por nimiedades como tener que hacer los deberes, o no poder ir a jugar a casa de su amiga Cinta, o que las labores estuvieran hechas un mamarracho. No lo comprendía, francamente, tan intensa era su angustia de esa tarde, que pensaba que las demás tardes, con sus pequeñas contrariedades, eran un regalo de Dios. Y, en efecto, a las cinco en punto , su madre en la puerta, el camino del dentista, el paso por el Gran Teatro y la librería Pastoriza, la puerta, la charlita de su madre con la señora que atendía la consulta, qué alta está la niña, y ella pensando la niña lo que está es muerta de miedo, señora, ayúdeme a que esto pase pronto... Esa tarde , tocó extracción. Lo peor fue la inyección, tac, tac, tac, los golpecitos del dentista para que el líquido entrara bien, y luego, la muela en la mano, la sangre, el pañuelo. ...
Pero eso ya no importaba.Era la liberación, bajar la escalera, libre ya, cumplida la condena, retornando la respiración a su ritmo normal, el corazón desacelerando, y la niña feliz, contenta, no le importaba siquiera llevar el pañuelo en la boca, llenándose de sangre, ni tener la lengua como acorchada...nada de eso importaba ya. Era casi como salir de una cárcel.
Y luego, corretear por la calle, hablando contenta con su madre, con el uniforme azul y su cartera....
El Gran Teatro parecía ahora más bonito, mucho más bonito, y la librería Pastoriza comenzaba a tener color, incluso se le apeteció entrar a comprar un cuaderno de dos rayas que necesitaba para hacer dictados. Era libre.
Hasta que de nuevo fuera condenada, hasta que de nuevo le dolieran las muelas.

Saturday, September 06, 2008

EL MUÑECO

El muñeco tenía tres pelos mal pintados en la frente y los ojos saltones. Pero a ella le gustaba más que ninguno.Era su muñeco preferido, y, mientras la muñeca grandota, la andadora y Juanita Banana se morían de aburrimiento en la estantería, el muñeco salía con ella a pasear a todas partes.
Por la mañana a la playa, con la toallita pequeña del muñeco, hecha por su madre con lo que sobró de la tela del albornoz de ella, de rayas de colores. La niña tumbaba cuidadosamente al muñeco sobre la toalla, para que tomara el sol junto a ella, su barriguita regordeta de plástico bajo el sol de agosto.Y por la tarde, lo llevaba de paseo, unas veces al Cerrito, a dar volteretas por esas arenas blancas; otras veces al Muelle de las Canoas, para ver de paso las carteleras del Cinemar San Fernando; y otras tardes iban a ver la bajamar a la Punta de La Canaleta, con la consiguiente paradita para merendar en la Sombrita de Balbuena, y poner nombre a cada casa de la ría: la de los Enanitos, la Casa Encantada, la Casa de la Bruja, la Casa de las Velas al Viento......
El muñeco estaba tan limpio que casi se le estaban borrando las pestañas y las cejas de tanto lavarlo, porque ella, cuando mamá bañaba al niño, se ponía al lado con su barreñito y enjabonaba al muñeco con su gel Moussel, y luego le echaba la colonia Nenuco, lo mismo que mamá hacía con el niño, y así notaba menos que había sido destronada, y que hasta hacía poco tiempo, era a ella, y sólo a ella a quien mamá lavaba y peinaba. Pero eso era antes de que llegara ese niño guapo y lustroso que todos miraban y admiraban, y había hecho que ella se convirtiera en casi invisible para los demás, de repente, de un día para otro, en una pequeña niña invisible de cinco años.
Una mañana, igual que todas las mañanas, fue con su muñeco a la playa de colores intensos y olas gigantes, por esos entrecruces de callejuelas que les llevaban desde la ría hasta el mar, sobre caminitos de madera. Y, como todas las mañanas se bañó con su muñeco en brazos, pero había más oleaje y más resaca que otras mañanas, y ella era pequeña, y el agua quiso darle un revolcón, y al salir del agua y ponerse en pié no vio al muñeco. Miró a uno y otro lado y el muñeco no estaba. Esperó. Estaba segura de que saldría antes o después, no podía ser de otra manera, el mar siempre devolvía lo que se llevaba, o al menos eso creía ella haber escuchado alguna vez. Pero seguía sin verlo.Corrió al toldo a pedir socorro. Papá y mamá lo buscaron y buscaron, y más tarde se unieron a la búsqueda sus primas, y los amigos de sus primas... Pero nadie logró encontrarlo. Al muñeco se lo había llevado las olas, y no volvió, ni volvería nunca.
De vuelta a casa, con su albornoz de rayas, la niña caminaba en silencio detrás de su mamá, que llevaba en brazos al niño–hermano; pero ella sólo llevaba la toallita de rayas de su muñeco.Y toda la soledad del mundo se le vino encima a esa niña de cinco años, que bajo los cielos de Punta Umbría, caminaba hacia la casa, hacia el barreñito lleno de agua, que dejó al sol para que se fuera calentando.

Wednesday, September 03, 2008

JUANITO

Hacia el once o doce de agosto llegaban siempre. Año tras año.Y, cada año, Juanito venía más alto, un poquito mayor.
Era rubio, los ojos azules, la piel muy curtida por el sol, y esa viveza que le daba el andar siempre de pueblo en pueblo, de feria en feria.
El tiro al blanco de los padres de Juanito era azul y blanco, había que demostrar la puntería derribando palillos de dientes, tres palillos derribados y te daban el premio: un llavero, una botellita de anís, un peluche polvoriento, cosas así...
Juanito tenía dos hermanos y una hermana, pero el preferido de la niña, su amigo, era sin duda Juanito.En cuanto llegaban y levantaban el tiro y su “casa” ambulante, Juanito y la niña se iban por ahí a jugar, a montar en bicicleta, a tirarse desde el muelle haciendo “la bomba”, a coger cangrejos, a cruzar a nado a la otra banda.....
A Juanito le llamaba la atención lo que no tenía: la bicicleta de la niña, sus juguetes, el agua corriente, los libros... A la niña lo que le gustaba era lo que tenía Juanito: las fichas gratis para montar en la noria, en la ola, en los coches topes. Y, cómo no, tirar en el tiro al blanco de Juanito, ese tiro al blanco que por la parte de atrás era una improvisada casa que olía a agua sucia, a tierra mojada, y en la cual dormían por las mañanas sobre colchones tirados en el suelo.
Cuando llegaba el día quince, y ponían la cucaña, y pasaba la Virgen del Carmen por delante de la feria y de la casa de la niña ( pegadas estaban una a otra), y luego, por la noche los fuegos artificiales iluminaban las aguas y los cielos, la niña sabía que la feria tocaba a su fin.Cada año se llenaba de melancolía, de nostalgia, cuando empezaban a desmontar las atracciones, y sentía un gran vacío interior.Se decían adiós, hasta el año que viene, y la niña trataba de imaginarse a Juanito en invierno, pero no podía. Juanito era un ser de agosto, y nada más que de agosto.
Juanito y la niña fueron creciendo, y hubo un año en que Juanito y su familia se fueron de Punta y no volvieron más. Tal vez habían cambiado de ruta, tal vez habían cambiado de oficio, tal vez habían prosperado. Quién sabe.
Pero la niña, en cada feria siguió buscando con la mirada a Juanito, y cada vez que pasaba delante de un tiro al blanco no podía evitar volverse para ver si era blanco y azul.

Monday, September 01, 2008

MI SOL

En la almohada de mi cama quedó dormida una nota de música arrenpentida. Que se escapó en una noche de insomnio de mi canción.