NOCHE VERDE EN MOGUER : PALABRA DE DUENDECILLOS VERDES
Moguer, la luz con el tiempo dentro. Juan Ramón Jiménez No había luz porque era de noche, o mejor dicho la luz que había era luz de luna y luces artificiales.
Moguer, la luz con el tiempo dentro. Juan Ramón Jiménez No había luz porque era de noche, o mejor dicho la luz que había era luz de luna y luces artificiales.
Qué pronto se pasó la infancia, los mágicos años dorados a fuego lento, la adolescencia se fue como vino, gracias a Dios y para alivio de mis padres; y vino la juventud, y también se fue, pasó sin decir hola, sin decir adiós... Y luego el amor, la construcción del nido, me tuvieron tan entretenida, que no me daba cuenta de que la vida era una pluma balanceándose en el aire, y no más.... Y llegaron mis hijos, y también va quedando atrás su infancia, a la que añoraré siempre y siento una nostalgia terrible que me apuñala el alma.... Y de pronto me miro al espejo y veo en mi cara que ya ha pasado mucha vida, y que la vida es tremendamente frágil, inusitadamente misteriosa... Y que no es eterna. Y que unos se fueron, y que otros han llegado, y que nada es igual nunca, aunque siempre lo parezca: los niños están más altos, las muchachas están más madres, las madres están más abuelas. Mis amigos están más viejos, y los viejos están más muertos (y algunos no tan viejos, por desgracia). ¡¡La vida!! Un tren de alta velocidad, una incognita colgada del universo, un amasijo enigmático de espacio y tiempo, una duna móvil que avanza imperceptiblemente. Y mientras la pluma vuele y tenga conciencia de su propio vuelo, ahí estará el tiempo como una obsesión, taladrando la alegría, martilleando la calma, rompiendo esquemas y previsiones, el tiempo, creando arrugas y dudas.