GAFAS DE CERCA: LA CASA DEL TERROR

Saturday, February 19, 2011

LA CASA DEL TERROR

La casa era grande, y muy antigua, con un patio triste y melancólico, y unos sillones pesados e incómodos.Todo lo que allí había a la niña le parecía lúgubre, desde los cuadros de antepasados, hasta la fuente con su triste chorrito. Pero lo peor de todo eran los otros pacientes de la sala de espera, que contaban anécdotas a cual más desagradables, de dolores aterradores, sacaduras enrevesadas, hemorragias que no se cortaban... Anécdotas que no la animaban precisamente en esos desafortunados momentos que le tocaba vivir. En el centro del patio había una estatua que le miraba sarcásticamente, ella pensaba que se alegraba con sadismo de verla de nuevo allí asustada, dispuesta, o más bien obligada por su madre, a subir al patíbulo de la planta de arriba , a través de unas escaleras de caracol, por las que subía como si fuera Jesús camino del Calvario con la cruz a cuesta.
El patíbulo era, cómo no, el sillón del dentista, con esos instrumentos aterradores alrededor, en el cual se sentaba con el corazón latiendo a cien y la respiración cortada, sin aliento, a esperar la sentencia, que algunas veces era más benigna (un empastito de nada y listo ) pero otras era especialmente dura: extracción, no hay otro remedio.... ... Esta vez hacía tres días que le dolía una muela. Cuando comenzó el dolor ella ya sabía lo que le esperaba: de nuevo la tortura de ir al dentista, y peor aún, la angustia previa, los días y noches anteriores anticipando en su mente continuamente los temidos momentos. Al principio, su madre no le dió importancia ("enjuágate con este elixir, y ya verás como se te pasa el dolor"), pero ella ya sabía que aquello formaba parte del ritual, que el elixir no servía para nada, y que su madre la acabaría llevando al dentista, cuando pasados un par de días se diera cuenta de que le seguía doliendo. A los dos días, su madre, efectivamente anunció: -Cuando salgas del colegio, a las cinco, te recogeré e iremos al dentista. Las dos horas de colegio fueron angustiosas. Para colmo tocaba hacer "labores del hogar", y la niña , que nunca fue hábil con las manos, esa tarde casi no podía coger la aguja pues le temblaba el pulso (de miedo, claro), y los pespuntes dichosos le salieron aún peor que de costumbre. Mientras cosía, o malcosía, pensaba la niña en otras tardes, en que no tenía dolor de muela, es decir, en las tardes normales, y no le parecía lógico que en esas otras tardes, en las que no tenía que ir al dentista, pudiera preocuparse por nimiedades como tener que hacer los deberes, o no poder ir a jugar a casa de su amiga Cinta, o tener las labores hechas un mamarracho. No lo comprendía, francamente, tan intensa era su angustia de esa tarde, que pensaba que las demás tardes, con sus pequeñas contrariedades, eran un regalo de Dios. ... Y, en efecto, a las cinco en punto de la tarde dio comienzo el espectáculo: su madre en la puerta, la calle camino del dentista, el paso por el Gran Teatro y la librería Pastoriza, la puerta, la charlita de su madre con la señora que atendía la consulta, qué alta está la niña, y ella pensando la niña lo que está es muerta de miedo, señora, ayúdeme a que esto pase pronto... Esa tarde, tocó extracción. Lo peor fue la inyección, tac, tac, tac, los golpecitos del dentista para que el líquido entrara bien, y luego, la muela en la mano, la sangre, y el ansiado ya puedes enjuagarte, niña.
Era la liberación, bajar la escalera libre ya, cumplida la condena, retornando la respiración a su ritmo normal, el corazón desacelerando, y la niña feliz, contenta, no le importaba siquiera llevar el pañuelo en la boca, ni mancharse de sangre los cuellos blancos de la blusa, ni tener la lengua como acorchada...nada de eso tenía ya importancia. Había pasado lo peor. Era casi como salir de la cárcel.
Y luego, corretear por la calle, hablando contenta con su madre, con su uniforme azul y su cartera....
El Gran Teatro parecía ahora más bonito, mucho más bonito, y la librería Pastoriza comenzaba a tener color, incluso se entretuvo mirando el escaparate, los lápices Alpinos con tantos tonos diferentes, las cajas de acuarelas, los rotuladores, los taquitos de plasti... Era libre.
Hasta que de nuevo fuera condenada, hasta que de nuevo le dolieran las muelas.

3 Comments:

  • Ay, Dolo, ¡qué fobia le tienes al dentista! Digo yo que mucho peor sería cuando las muelas las extraía el barbero, ¿no? Bueno, mejor que ni lo pienses.
    Un beso.

    By Anonymous Paco, at 2:54 AM  

  • Todos estamos donde y como estamos con permiso del hospital.
    Un beso también

    By Anonymous Juan, at 5:42 AM  

  • Todo es muy creible. Estoy segura...

    By Blogger Charo Barrios, at 9:00 AM  

Post a Comment

<< Home