GAFAS DE CERCA: LOS POLLITOS

Saturday, March 26, 2011

LOS POLLITOS

Eran siete, y cada uno tenía un color, si bien con el paso de los días lo fueron perdiendo y al cabo de una semana todos tenían el mismo, esto es, el color normal que tienen los pollitos. Se los había comprado su madre una mañana al volver de la plaza de abastos, los estaba vendiendo un hombre en la calle Ancha. La niña disfrutó mucho con la inesperada compra, les puso un nombre a cada uno y aprendió a diferenciarlos, los cuidó, los alimentó. Cuando se despertaba por las mañanas su primer pensamiento era para los pollitos, a los cuales había dejado la noche anterior metidos dentro de una caja, con unos agujeritos en la tapa, para que no se asfixiaran. Corría antes de desayunar a ver como estaban y a dejarlos en libertad. Luego correteaba detrás de ellos, los llamaba por sus nombres aunque los pollitos no atendieran, los bañaba, se sentía muy orgullosa de cómo iban creciendo. Así fueron pasando los días y los pollitos se hicieron pollos, estaban cada vez más grandes, ya no cabían en la caja de cartón. Una mañana, cuando la niña se levantó, los pollos no estaban en el corral. Se extrañó muchísimo y entró en la casa a preguntar. Le dijeron que había venido una señora de Cartaya que tenía animales, y se los habían regalado para que los criara, que allí iban a estar mejor. La niña, que era intuitiva, no se lo creyó, y preguntaba una y otra vez qué habían hecho con sus pollos. Se enfadó mucho, camino de la playa le daba vueltas a la cabeza, le parecía todo muy muy raro, sabía que le estaban mintiendo. Ese día, para comer había pollo en salsa. La niña merodeó por la cocina, y le pareció que había mucha cantidad, no recordaba que en casa se comprara tanto pollo junto.Se sentó a comer y cuando observó los platos lo comprendió todo de repente. Corrió a refugiarse en la habitación. Lloró de impotencia. No atendió a excusas y explicaciones. No habló más en todo el día. La ofensa era tan grande que no hubiera sabido qué decir. Era un hecho tan cruel, tan infame, que nunca jamás lo perdonaría. Hay cosas que no pueden hacerse. No a una niña. Eran siete, y eran de colores, pero cuando su familia se los comió ya eran todos iguales.

6 Comments:

  • Tu relato, que creo que muchos hemos sufrido en nuestra infancia, me lleva a una reflexión demente, como son habitualmente todas las mías: ¿El hombre es lobo para el hombre? ¿Son buenos los afectos positivos para con nuestros semejantes, teniendo en cuenta que cualquier día les podemos dar o recibir de ellos una puñalada? ¿O es mejor la indiferencia, poseer un "sentimentalograma" plano?

    Abrazos.

    By Blogger ralero, at 8:08 AM  

  • Recuerdo que venía un señor en una furgoneta vendiéndolos. mi madre nos compró dos, uno para cada hermana (la tercera aún no había nacido) Los cuidamos con mucho mimo, pero uno de ellos murió casi al principio de tenerlos. El otro creció un poco y siempre iba tras de mi madre. Un día al llegar del cole, mi madre tenía una crisis nerviosa, mientra stendía la ropa en el patio, el pollito se le metió entre las piernas y sin poderlo evitar al dar un paso atrás, lo pisó...

    Al parecer los pollitos nos traumatizaron de pequeñas.

    Me ha gustado mucho tu relato y ha despertado en la mente al mío:)

    Besos

    By Blogger Trini Reina, at 10:19 AM  

  • La última frase del cuento me parece genial, macabra, pero genial.

    By Anonymous Paco, at 11:45 AM  

  • Qué barbaridad; mejor no comprar pollitos a loa hijos entonces. Claro que puede aún ser pero en el caso de cerditos.
    Afortunadamente no comemos cadáveres de hamsters.
    Un beso

    By Anonymous Juan, at 1:16 PM  

  • Yo prefiero pensar que los compraron en el mercado y que aquellos pollitos, devenidos mayores, salieron a cazar gallinas.

    Un beso de siete colores.

    By Blogger Carlos, at 1:45 PM  

  • Ritual de la infancia. Yo sí creí la mentira; con un conejo. Qué manera de escribir.

    By Blogger Silvia Parque, at 7:59 PM  

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