GAFAS DE CERCA: LA E DE CUATRO PALOS

Sunday, March 17, 2013

LA E DE CUATRO PALOS

 
 

Siempre nos dió mucho miedo la e con cuatro palos. Desde pequeñas. Esto, que a una persona normal jamás hubiese asustado, a nosotras nos aterraba. ¿Hay algo más desagradable que una e con cuatro palos? Cosas como ésas nos hacían diferentes. Un poco atípicas. Por eso estábamos de más en todos los sitios. Nos escapábamos de las fiestas y nos íbamos a la playa a ver la luna. No usábamos tacones. Siempre nuestros amigos eran los más bohemios.
Íbamos con la pandilla pero sin ganas, como una obligación, y cuando podíamos nos despistábamos, con la sensación de estar cometiendo una falta, como cuando uno se escapa del colegio, o algo así.
En Las Colombinas, en vez de bailar en las casetas, bien arregladitas, como todo el mundo, nos íbamos por...
ahí a hacer fotos. Reparábamos en sutilezas un tanto absurdas, y nos pasábamos el rato enganchadas a éstas. O escuchando la música de los coches topes. U observando a los feriantes. Alguna vez se nos pegó algún niño vagabundo y lo tuvimos "adoptado" durante años.
Sabíamos por lo tanto que nunca llegaríamos a ministras, como otras amigas nuestras, que tal vez sí llegarían, ni asumiríamos cargos importantes, ni seríamos mujeres serias, de traje de chaqueta y convenciones sociales.
Crecimos. Asumimos roles más típicos-tópicos, por el bien de nuestras familias y para poder criar a nuestros hijos un tanto ordenadamente. Algunas veces me aburrí mucho con mis nuevas amistades, para qué negarlo. Me sentía como un pez en el aire, como un pájaro en el agua, es decir, fuera de lugar. Pero yo hablaba de lo que había que hablar, y hacía lo que había que hacer. Así pasé años, un tanto desarraigada de mí misma. También mi amiga, por otros caminos que no llevan a Roma, se extravió de su propia naturaleza.
Pero al llegar a los cuarenta nos dimos cuenta de que aún nos daba miedo la e con cuatro palos. Volvimos a escaparnos a hacer fotos, a escribir versos, a contemplar atardeceres. No todo estaba perdido. Simplemente habíamos hecho un teatro para poder sobrevivir. Ahora ya no era necesario hacerlo. Sólo a ratos, pero sin creérnoslo.
Pero lo mejor de todo, lo que nos hizo sentirnos plenamente felices, fue el hecho de darnos cuenta, que en mayor o menor medida también a nuestros hijos le asustaba la e de cuatro palos.
Fue maravilloso.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home