LA MIRADA DE LOS ANIMALES

Cada vez siento más ternura ante la mirada de un animal, y más repugnancia ante quienes lo maltratan.
Acabo de ver una foto del Rocío después de acabada la romería, donde se ve a un caballo muerto, abandonado en plena calle como si fuera un objeto, que después de ser utilizado se deja tirado, olvidado, ni siquiera tuvieron el mínimo pudor de ocultarlo o enterrarlo.
Malditos sean quienes actúan así. ¿Qué clase de sentimientos, qué falta de empatía, qué carencia de pudor ante el dolor de otro ser vivo, tiene una persona que no siente el sufrimiento de un animal, que es capaz... de maltratar a éste, de llevarlo hasta la muerte?
Me indignan los que abusan de los caballos en romerías y demás ocasiones, los que aplauden la muerte de los toros y se divierten viéndola, los que experimentan con ellos sin la precaución de no hacerles sufrir, los que les privan de una vida digna, los que abandonan a perros o gatos que les sirvieron de juguete y ahora les estorban.
¿Qué les falta a las personas que no aman a los animales? ¿Qué parcela de su corazón humano ha quedado sin sensibilizarse?
Miro a mi gato, que está aquí a mi lado mientras escribo esto, y no puedo evitar comparar –salvo las distancias, que nadie se rasgue las vestiduras- su mirada a la de los niños: completamente inocentes ambas. Qué ternura me provocan, qué instinto de protección. Qué respeto.
Abusar de esa inocencia, de su inferioridad de condiciones no nos hace precisamente humanos.