VOLVER A CASA POR NAVIDAD
Recobrar la cordura.
Situarme, dibujar a mi alrededor con una tiza blanca un círculo que me rodee, y del que no deba salir, como cuando jugaba de pequeña.
Tomar tierra. Aterrizar y hundir los pies dentro, muy dentro de la arena, hasta sentirme atrapada, casi sin movimiento.
Inundarme de normalidad: de lentejas recién cocinadas, de descanso sin medida, de conversaciones intrascendentales, de rutina, de calor de hogar. De afectos que me aten a la realidad fuertemente.
Recobrar la cordura.
Dejar que los días restrablezcan mi sensatez, poquito a poco, como el que mejora de una gripe, sin prisas, mimándome con una tila caliente, con un brasero encendido, con una peli mala de sobremesa...
Desliar pacientemente los enmarañados pensamientos, ordenarlos en las estanterías de mi conciencia, no dejar que las ideas delirantes me seduzcan, echar azúcar a los recuerdos dulces.
Recobrar la cordura.
Inundarme de mi mundo, volver a casa por Navidad...