LA NAVIDAD NO ESTÁ DE MODA
Sé que la Navidad no se lleva. Sé que parece ñoña a unos, una fiesta hipócrita a otros, y a muchos, un rollo, un despilfarro, y un sinfín de cosas más.
Y, sin embargo, yo creo que cada fiesta del calendario cumple su función, y la de la Navidad es importante, y además, bonita.
Al igual que es necesario que después de cinco días laborables venga el fin de semana, porque compensa, equilibra nuestra actividad y nuestro estado de ánimo, las fiestas, pienso, tienen un poder regulador sobre nosotros, de hecho han existido siempre, y casi todas las fiestas religiosas están asentadas sobre remotas fiestas paganas. Por algo será.
Especialmente para los niños las fiestas son muy importantes, cada una de ella cumple una función, tal vez no tienen el sentido que parezcan tener cada una de ella, sino uno mucho más ancestral.
La navidad es para ellos la fiesta estrella, les aporta seguridad, saber que se repiten ciertas costumbres en determinadas fechas w un punto de referencia hermoso e irán guardando estas fiestas familiares en su memoria y en su aprendizaje vital. Es un acercamiento a sus mayores, a abuelos o tíos que quizás no ven el resto del año, se aflojan los límites –de horarios, de comida, de disciplina- , la vida se viste un poco de fiesta, y sobre todo, se fomenta la ilusión y la imaginación (ay, los Reyes Magos…).
En mi libro Algarabía de preguntas, me pregunto a mí misma: “Cuando se van los Reyes Magos de nuestra certeza, ¿dejamos de ser niños...?”
En fin. No se van a solucionar los problemas mundiales o nacionales porque celebremos la navidad, pero tampoco van a empeorar, yo creo.
Como todo, tiene un lado malo, eso sí, y es que la soledad de los solitarios y la pena de los tristes, y el hambre de los hambrientos se hace más evidente y cruel. Eso sí es terrible.
Un soplo de energía positiva para las personas que están solas, enfermas, tristes, desarraigadas, perdidas, humilladas, maltratadas, errantes, desesperadas, paralizadas, enemistadas, asustadas…, y un impulso a la solidaridad desde esta mañana de Navidad, que como todo, tiene su cara y su cruz.
Reconozco que mis gustos no están a la moda porque, pese a todo, y por ahora, me gusta la Navidad.
Y, sin embargo, yo creo que cada fiesta del calendario cumple su función, y la de la Navidad es importante, y además, bonita.
Al igual que es necesario que después de cinco días laborables venga el fin de semana, porque compensa, equilibra nuestra actividad y nuestro estado de ánimo, las fiestas, pienso, tienen un poder regulador sobre nosotros, de hecho han existido siempre, y casi todas las fiestas religiosas están asentadas sobre remotas fiestas paganas. Por algo será.
Especialmente para los niños las fiestas son muy importantes, cada una de ella cumple una función, tal vez no tienen el sentido que parezcan tener cada una de ella, sino uno mucho más ancestral.
La navidad es para ellos la fiesta estrella, les aporta seguridad, saber que se repiten ciertas costumbres en determinadas fechas w un punto de referencia hermoso e irán guardando estas fiestas familiares en su memoria y en su aprendizaje vital. Es un acercamiento a sus mayores, a abuelos o tíos que quizás no ven el resto del año, se aflojan los límites –de horarios, de comida, de disciplina- , la vida se viste un poco de fiesta, y sobre todo, se fomenta la ilusión y la imaginación (ay, los Reyes Magos…).
En mi libro Algarabía de preguntas, me pregunto a mí misma: “Cuando se van los Reyes Magos de nuestra certeza, ¿dejamos de ser niños...?”
En fin. No se van a solucionar los problemas mundiales o nacionales porque celebremos la navidad, pero tampoco van a empeorar, yo creo.
Como todo, tiene un lado malo, eso sí, y es que la soledad de los solitarios y la pena de los tristes, y el hambre de los hambrientos se hace más evidente y cruel. Eso sí es terrible.
Un soplo de energía positiva para las personas que están solas, enfermas, tristes, desarraigadas, perdidas, humilladas, maltratadas, errantes, desesperadas, paralizadas, enemistadas, asustadas…, y un impulso a la solidaridad desde esta mañana de Navidad, que como todo, tiene su cara y su cruz.
Reconozco que mis gustos no están a la moda porque, pese a todo, y por ahora, me gusta la Navidad.